martes, 2 de diciembre de 2014

Los pasadores.

Quedan pocas horas para que acabe la campaña electoral para elegir miembros a la junta de personal. Como muchos sabéis yo me presento en la candidatura de CCOO.
No hablaré aquí de eso, hablaré de algo que cada vez me preocupa más, los llamados pasadores.
Los pasadores son, por lo ordinario, personas que pueblan las escuelas de Castilla la Mancha, son fácilmente reconocibles y aunque en principio pueden resultar bastante inofensivos son ciertamente peligrosos y su peligro radica principalmente en su altísima capacidad de contagio.
Los pasadores estudiaron magisterio, técnicamente son maestros e incluso algunos podrían ser considerados buenos maestros. Suelen ir bastante bien vestidos y perfumados, son puntuales, a menudo muy organizados, cumplen su función de manera aséptica, suelen ser bastante tradicionales, fieles a su libro y en sus clases suele reinar la paz social, dan exactamente lo que se espera de ellos y se van a casa.
 Han pasado por tres o cuatro leyes educativas y a menudo se quejan de ello. Achacan a dichos cambios legislativos muchos de los males de la escuela pero mienten y lo saben, a ellos las leyes no les afectan,ellos trabajan hoy exactamente igual que trabajaban hace veinte años, hace quince y hace diez, no han leído la lomce como tampoco leyeron las anteriores leyes educativas..
Los pasadores se llaman así porque pasan de todo pero sin embargo, no lo parece: pasan de leyes, pasan de normas, pasan de todo lo que les haga abandonar su zona de confort pero lo hacen en silencio, nunca muestran su opinión de forma clara, nunca se enfrentan abiertamente a nada ni a nadie. Hay una única cosa de la que no pasan: su propia comodidad.
Han hecho de sus aulas su parapeto y aunque la lluvia les cae igual que a todos, nunca les moja
No tienen alma ni la necesitan, se muestran seguros de sí mismos ante padres y alumnos y suelen aludir a su profesionalidad acreditada durante años de ejercicio para defenderse si alguien osase pedirle explicaciones por algo.
No conocen ningún autor ni ninguna teoría educativa posterior a 1980 ni falta que les hace.
Jamás se han manifestado por la educación pública, porque lo consideran de exaltado y sobre todo porque  no creen en ella, como no creen en la inclusión, ni creen en el poder transformador de la educación.
A los pasadores les molestan profundamente las personas innovadoras, las personas creativas y las personas que luchan, no les gustan porque  temen que si esa gente se une, si se descubre que hay otra forma de hacer las cosas,ellos pueden ser arrastrados al cambio y el cambio significa acción y tal vez si se mueven dejen de estar en la foto. Por ello,  a menudo, si tienen fuerza para ello, anulan o aíslan a los que luchan y a los que innovan.
Cuando alguien cuenta que se puede trabajar de otra manera, ellos  se sienten atacados y defienden ante los marcados asentimientos de sus adeptos diversas teorías creadas por ellos mismos tales como la famosa teoría de que copiar largos enunciados mejora la atención y la concentración, que hacer la letra redonda y bonita es un objetivo prioritario o que un niño que saca un cuatro en un examen es un niño insuficiente lo diga quien lo diga o la famosa ley de que no hacer examenes o trabajar por proyectos confunde gravemente a los alumnos .
En las elecciones sindicales los pasadores  dicen que no va a votar, pero los son a menudo secretos  votantes de anpe y lo son  porque, como no tienen gran criterio se creyeron el mantra de que anpe defiende a los maestros o que no está subvencionado, no se lo expliques porque no suelen razonar mucho .
Si anpe vuelve a ganar en estas elecciones será sobre todo por el voto de los pasadores y los pasadores serán los que decidan por ti durante los próximos cuatro años.
Por el bien de la educación pública, no pases de votar.

jueves, 20 de noviembre de 2014

La Duquesa de los delincuentes.

La Duquesa de Alba ha muerto. Esta mañana andaba yo liado entre fotocopias cuando de pasada he escuchado la noticia.
Ni siquiera me ha llamado la atención que a alguien le pareciera digno de contar tan luctuoso suceso. No suelo escuchar en mi ámbito laboral noticias del tipo: "La Infanta sale de rositas"" o "la corrupción revienta España". Entiendo que esas noticias deben ser tan habituales que ya no son ni noticia y claro, la Duquesa de Alba no se va a morir más a partir de hoy.
He seguido con mi faena y he olvidado la muerte de esta mujer hasta que al llegar a casa lo han recordado en el telediario de Telecinco.
No me ha extrañado,, sinceramente que dicha muerte fuera noticia, pero no esperaba en absoluto lo que he visto: más de un tercio del tiempo dedicado a ensalzar la figura de alguien que no ha hecho otra cosa en su vida más que aquello que le daba la gana. Eso parece que es también muy digno de alabanza: "hizo lo que quiso".
Debe ser muy fácil hacer lo que uno quiere cuando tienes un patrimonio cifrado, por poner una cifra, en más de 30000 millones de euros sin contar obras de arte cuyo valor económico es dificilísimo de cuantificar.
Ha muerto la mayor terrateniente de España, noble megacacique que acallaba su conciencia con suculentos donativos a las monjitas y que el pueblo ha hecho suya pese a que ella, por mucho que os cuenten, nunca fue del pueblo.
Triste pueblo que ensalza la figura de alguien que pese a la ilusión que proyectaba nunca miró a ese pueblo a los ojos.
 Que se acercaba a la gente corriente dicen, pero obvian decir que cuando la gente se acercaba a ella a reclamar sus derechos como han hecho en varias ocasiones los jornaleros que explotaba; ella, con su gracejo los llamaba delincuentes y locos.
Regio exponente de la vieja España, amante de toros, misas, flamenco y olé.
Ha muerto la Duquesa y deja su privadísimo patrimonio en manos de sus herederos: magníficos palacios y castillos, obras de arte que debieran ser patrimonio de todos y están encerradas en oscuros salones e incluso he escuchado que la primera edición de El Quijote.
Mientras no nos planteemos dar al pueblo lo que debiera ser del pueblo, mientras sigamos mostrando ese respeto casi fervoroso por quién nada ha hecho porque con todo nació, nada va a cambiar en este país.
Poder podemos, pero no queremos.

jueves, 23 de octubre de 2014

Julito y la escuela .

Voy a contar la historia de alguien a quien conozco muy bien. Tal vez conozcas historias similares, tal vez tu historia se parezca en algo o tal vez no te suene de nada. En cualquier caso espero que te haga reflexionar un poco.
Julio empezó parvulitos en los últimos años de la década de los 70, era una época convulsa. De sus primeros años de cole, recuerda más bien poco. Recuerda a una maestra joven y guapa y recuerda que era divertido ir al cole, todo iba bien hasta que la maestra joven y guapa murió en un accidente de tráfico. Ese fue el primer contacto que Julio tuvo con la muerte. Aunque te parezca extraño, ni fue un trauma, ni le marcó especialmente.
Cuando pasó a primero Julio se ilusionó con Doña Luisa, Doña Luisa sí que era buena. Julio todavía recuerda con emoción el día en que doña Luisa lo llamó a su mesa y con una sonrisa de oreja a oreja le dijo que como había aprendido a leer tan bien y tan rápido, ya no iba a leer más el "Sendero" que era para los peques, entonces sacó el "Senda" del cajón y le dijo: _Llevátelo a casa y lo lees poco a poco_Julio lo leyó en pocos días. Entonces doña Luisa empezó a dejarle cuentos al niño y Julio descubrió el placer de la lectura.
A mitad de ese curso el padre de Julio encontró trabajo en la ciudad y Julio tuvo que dejar el pueblo y la escuela.
De repente se encontró en un lugar que no conocía y en un cole que no le gustaba. Conoció a Don Anselmo al que le encantaba dar caramelos de menta:le encantaban los caramelitos y las metáforas; los caramelos de menta los daba con la regla en la palma de la mano y Julio recibió algunos, también de fresa que eran más suaves.
Tras don Anselmo llegó doña Purita, doña Purita vino de Barcelona y Julio nunca la vio reir. Un día mandó hacer una redacción a los niños sobre su comida preferida, Julio se alegró muchísimo, sabía que escribía bien y que a doña Purita le encantaría su redacción. Durante días el niño esperó ansioso a que doña Purita le dijera su opinión. De repente un día, la maestra le dijo enfurecida al niño que era un insolente y que era la primera vez que se reían de ella en su cara. Julio no entendió nada, hasta que la maestra le contó que en la redacción había escrito que le encantaban las guarras y que estaba seguro de que a doña Purita le encantarían también. Aunque la mamá de Julio fue a explicarle a la maestra catalana que el niño no pretendía reirse de ella y que las guarras eran un embutido manchego, la maestra catalana apostilló que ese embutido se llamaba longaniza y que llamarle guarras era una paletería. Así se quedó Julio con la longaniza atravesada y sin ganas de volver a hablar con doña Purita.
Entonces llegó la primera etapa y Julito conoció a la gordísima doña Engracia. Doña Engracia era tan gorda como rígida en sus métodos de enseñanza, para ella, religiosa y de orden, los libros de texto debían ser la Biblia, jamás se saltó un ejercicio.
Doña Engracia era diabética además de gorda y contó a los niños que debía comer siempre que le apeteciera. Julio nunca entendió porqué la maestra se podía comer media caja de quesitos Santé y no le dejaba a él ni oler su bocadillo. Además de gorda y diabética también era olvidadiza y a menudo olvidaba el puchero en el fuego, entonces envíaba a los niños que sacaban buenas notas a su casa a apagarlo. Julito nunca tuvo esa suerte.
El niño pasó tres años haciendo ejercicios, los de matemáticas no le gustaban y dejó de hacerlos. Entonces la mamá de Julio fue requerida de nuevo: el niño iba muy flojo en matemáticas y, si bien destacaba en las áreas lingüísticas, era bastante creativo y además de tener gran curiosidad, era un ávido lector, a doña Engracia le pareció que lo mejor era repetir. La mamá de Julito acató el criterio de la experta maestra sin rechistar.
Después llegó don Ramón que hacía ruido con los zapatos al caminar y por fin Julio pasó a la segunda etapa.
En la segunda etapa ya los niños eran mayores y por eso tenían a más de un maestro. Entonces llegaron don Fernando, don Acacio y don Odón.
Don Fernando fue un paréntesis de alegría: Después de tantos años un maestro volvió a descubrir que Julio era bueno escribiendo, le dejó libros y le animó a presentarse a varios concursos literarios infantiles que Julio a menudo ganó. Todavía hoy Julio cuenta lo emocionante que fue el día que don Fernando, depués de ganar el primer premio de un concurso literario lo llevó a la radio. Julio leyó en las siguientes semanas todos los libros que componían el lote con el que fue premiado.
Don Acacio era el de sociales y Julio no sabe muy bien si era bueno o malo, lo que si parece es que nunca fue a un logopeda porque Julio raras veces lo entendía cuando hablaba.
Don Odón era un maestro amargado, un maestro con un eterno rictus de enfado, fumador empedernido de ducados y tan amante de los libros de texto como lo había sido doña Engracia. Daba matemáticas y ciencias naturales .Además era cínico y odiaba a los niños, especialmente a los niños a los que no se les daban bien las matemáticas. Como a Julio no le gustaban las matemáticas y jamás aprendió las valencias ni la tabla periódica, porque prefería leer los libros que había ganado en el concurso, fue relegado a la última fila. Poco después decidió que Julio no podía vivir si las valencias y por segunda vez, Julio repitió. Era séptimo curso.
Los dos últimos años en el cole fueron terribles. Llegaron doña Rufina que vino de Valencia, colgó el crucifijo en el aula y se pasó dos años haciendo análisis morfológicos y don Casto, que decidió que la mejor forma de sentar a los niños era por orden de nota. Julio nunca se sentó en los primeros puestos y don Casto le dijo entre gritos algo tan delicado como que mientras no pusiera los cojones encima de la mesa y estudiase, nunca iba a sentarse delante.
Julio tuvo que aguantar a Don Odón dos años más. Recuerda especialmente dos momentos: la bofetada que le dio un día cuando lo llamó a su mesa y vio que pese a haber dicho lo contrario, los ejercicios no estaban hechos y recuerda sobre todo una de las frases que le dijo pocos días antes de acabar el curso: -Fernández (nunca le llamó pos su nombre), nunca llegarás a nada. Lo más redondo que has visto no es un cero, es la puerta de una gorrinera.
Después Julio fue al instituto, pese a que don Odón le auguró poco éxito, terminó sin grandes dificultades y después estudió magisterio, magisterio no es tan difícil pero Julio lo aprobó con excelentes notas. Después fue maestro y ya mayor descubrió que tal vez no era tan bobo como don Odón le había dicho que era.
Hoy Julio trabaja en un cole, le apasiona su trabajo y mira a menudo a sus alumnos buscando la luz que brilla en todos ellos. A veces la luz está muy apagada y hay que trabajar duro para que no se extinga Sólo desea que ninguna luz se apague.
Hace unos días Julio se encontró a don Odón por la calle. Seguía siendo amargado ahora además era viejo. Julio se acercó al viejo y le dijo: -Seguro que no se acuerda de mí. Usted me dijo un día que no llegaría a nada. Sólo he llegado a lo mismo que llegó usted, para ser mejor que usted hay que hacer muy poco.
Después Julio se sintió mal. Al fin y al cabo Don Odón sólo era un viejo amargado, siempre lo había sido.