En los últimos días, parece que facebook se ha convertido en
una suerte de escaparate en el que he expuesto algunos trapitos que estaban por ahí y a determinadas personas no
les ha gustado mucho tal exposición.
Parece que los trapos que están por casa nos parecen muy
monos y apañaditos mientras están guardados en los cajones pero cuando alguien
los coge y los saca al escaparate, nos damos cuenta de que no son de un paño tan bueno como presumíamos o no nos gusta que otras miradas puedan
juzgar nuestro preciado género.
Así sucedió con algunos comentarios que hice sobre el machismo
que, a mi juicio, todavía sigue vigente en las escuelas o con unas fotos que
colgué ( no me atreví a comentarlas) de una suerte de procesión expuesta en la
entrada de un colegio público que conozco un poco, con toda su parafernalia de Cristos, Vírgenes, Manolas y demás familia .
Tal vez la culpa es mía por desnudarme en facebook o por
tener agregados a un grupo que se llama
amigos a aquellos que no son más que conocidos circunstanciales.
Procuraré ser más comedido en las redes sociales. En cualquier caso suelo tener
la precaución de no ofender gratuitamente a nadie.
A partir de tales incidentes y del revuelo mediático ocasionado
ante la elección nuevo Papa me pregunto con desazón qué país estamos dejando y asisto
con inquietud a la penosa escena costumbrista en la que entre todos hemos convertido
España. Esta España que parece la abuela
de aquella otra España desenfadada y divertida pero a la vez ilusionada y creadora, que
nuestros padres fueron construyendo sobre el solar de aquella otra España
cateta y temerosa de casi todo que dejó
el abuelo Paco de infausta memoria.
Observo esta nueva España de charanga y pandereta, esta España viejuna y resentida que disfrazada a
veces con ropajes modernos y otras veces
mostrando su cara más auténtica y despiadada, con peineta y mantilla nos deja escenas como la
que ilustra la foto. Un colegio público en el que nos saluda una Virgen
doliente y llorosa (preciosa escena para un niño), en el que admiramos cofrades
hechos de cucurucho de papel que ocultan su rostro ante la grandeza del
Altísimo, reproducciones a escala de variadas Santas y Vírgenes con manto hecho
con golosas blondas y manolas-niñas de cara sonriente que son pura pedagogía, nada
mejor para una mujer que mostrarse servil y complaciente, enlutada y doliente
mártir en pleno proceso expiatorio.
Pero no debemos escandalizarnos, todo ello ha sido preparado
con amor, elaborado por primorosas manos
infantiles sabiamente guiadas por la
maestra de religión. Algún día hablaré de esos curiosos compañeros que no son tales, que accedieron por la vía eclesiástica de la
mano del Obispo tras, supongo, duras pruebas. Además, la Semana Santa es algo cultural, me
cuentan aquellos que también me dicen sin pestañear que España es un país católico
y que debemos respetar a todos.
En esta nueva España de la neo-resignación cristiana y del "mejor
dejémoslo estar", los que somos acusados de poco respetuosos somos los que queremos espacios públicos
alejados de adoctrinamientos y luchamos
por una educación en libertad en la que todos quepan.
Los que hoy nos dicen esto, ayer se rasgaban las vestiduras
ante una asignatura terrible llamada “Educación para la Ciudadanía “, una
asignatura peligrosísima e inoculadora
de ideas tan terribles como libertad, igualdad, justicia, laicismo o tolerancia.
Nos dicen que total son pocos niños los que no cursan religión( todo un alegato al respeto a
las minorías) y nos animan con palmaditas
en el hombro mientras nos dan consejos que nadie les ha pedido acerca de no
darle tanta importancia a tonterías, es mejor no hacer caso, dicen, dejar pasar y
anteponer ante todo el la paz social en la escuela.
Lo verdaderamente triste es que al final el objetivo se ve
cumplido. Empieza un nuevo día, la Virgen
María se queda custodiando la entrada y entras a clase saboreando el caramelo de la matutina algarabía infantil para que el sabor
agridulce desaparezca de la boca. Cuando piensas que tal vez no es realmente tan
importante, que tal vez eres demasiado puntilloso, que tal vez la escuela sea
muchísimo menos machista y muchísimo menos homófoba que cuando tú eras el
alumno, entonces ves a los niños reír a
carcajadas, sonríes con ellos aliviado y esa sonrisa se hiela cuando descubres que las chanzas son
porque un niño ha comentado se ha apuntado a una academia de baile en vez de ir
a jugar al fútbol con los demás ¡Queda
tanto camino!